“Trabajaba mucho, pero nunca tenía plata”

7 de octubre de 2019
Segundas Oportunidades

“Trabajaba mucho, pero nunca tenía plata”

Eibynela recibía su salario, pagaba deudas... y se quedaba sin un cinco. Con esfuerzo y acompañamiento, esta sancarleña logró salir del bache financiero.

 

La vida de Eibynela pasaba entre regalos caros y pequeños lujos, como viajar en taxi. Así se le iban escurriendo los ingresos, sin posibilidad de generar un ahorro ni un “colchón” para las emergencias. A pesar de que esta sancarleña de 45 años tiene un trabajo estable en una buena empresa, durante algún tiempo tuvo que andarse rascando el bolsillo.

 

“Al final del mes yo pagaba los recibos, pagaba las deudas y me quedaba sin nada. Lo curioso es que trabajo desde muy pequeña, desde que era una niña, y no entendía por qué no tenía dinero”, explicó en conversación con Hagamos Números.

 

A Eibynela la “mataban” los gastos hormiga: esas pequeñas salidas de plata que en teoría no representan mucho, pero que, al acumularse, terminan acabando a mordiscos cualquier salario. En este otro artículo de nuestro sitio explicamos bien cómo detectar los gastos hormiga.

 

Una vez hizo un presupuesto de transporte y calculó que con ₡5.000 por semana estaba bien para pagar el bus. El problema era que tenía que levantarse media hora antes si quería viajar en transporte público, por lo que empezó a utilizar el taxi, y aquellos ₡5.000 no le duraron ni media semana.

 

También comía mucho fuera de casa porque en teoría eran gastos que podía asumir (alrededor de ₡1.500 o ₡2.000 más de lo que hubiera invertido cocinándose algo por su cuenta). Sin embargo, al ser algo de todos los días, al final del mes se le hacía una enorme bola de nieve.

 

Durante los años de descontrol financiero viajó a Estados Unidos cuatro veces, a puro crédito. También utilizaba las tarjetas –llegó a tener tres– para pagarle el marchamo a su papá y asumir regalos de allegados.

 

A pesar de que en la empresa trabajaba horas extras para poner las deudas al día, no lograba reducir los saldos. Un día recibió un correo electrónico sobre sobreendeudamiento, lo que la hizo empezar a tomar conciencia de su situación. Participó en un taller y llenó un cuestionario. Ahí se dio cuenta de que sus finanzas eran un auténtico desastre: todo se le iba en pagar deudas.

 

Para admitirla en un programa de ayuda, le pusieron como reto no gastar ni un cinco del aguinaldo que estaba a punto de recibir. También le asignaron otras tareas, como llevar un control detallado de sus gastos; así fue como descubrió que la forma en la que estaba utilizando el dinero, producto de su esfuerzo, no tenía sentido.

 

“Otro de los retos que me pusieron fue dejar de dar regalos. ¡Casi me muero! La primera vez que lo hice fue en el cumple de mi mejor amiga. Todos los años la llevaba a comer y le daba algo carísimo; era muy ‘botada’, pero esa vez decidí llevarle solo un budín de la panadería de mis papás. Le gustó mucho y no le tuve que explicar por qué solo le di eso”, recordó.

 

En el camino fue descubriendo motivaciones psicológicas detrás de sus hábitos de consumo. “Con lo de dar regalos, entendí que detrás había una necesidad de aceptación. Por eso yo iba a una fiesta y lo que llevaba no era un simple detallito; tenía que lucirme con algo grande y costoso, como si esa fuera la única manera en la que me iba a querer la otra persona”, explicó.

 

Cuando empezó a recibir educación financiera, hace cuatro años, decidió involucrar a su entonces novio y actual esposo. Gracias a eso ahora trabajan con presupuestos conjuntos y cuidan todos los rubros, incluyendo la parte destinada al ahorro.

 

Durante ese proceso, también cayó en cuenta de que no podía tener tarjetas de crédito. Ciertamente, este tipo de herramienta puede ser útil para muchas personas (da flexibilidad para hacer pagos y jugar con el flujo de caja), pero a otras se les convierte en un revólver cargado. En su caso, Eibynela prefirió eliminarlas por completo y utilizar solo el plástico de débito.

 

A lo largo de la conversación con Hagamos Números, Eibynela reflexionó mucho sobre el daño que se hacía al llevar unas finanzas tan desequilibradas. “No es justo trabajar tanto y vivir con la frustración de andar sin plata o con la incertidumbre de cómo cubrir un gasto de emergencia. No es justo para uno mismo”.

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