Hay una tentación que llega especialmente con los primeros años de la vida laboral de una persona: conforme empieza a ganar más dinero, comienza a gastar más. Sin embargo, no tiene por qué ser así. Más bien, hay que aprovechar cuando los ingresos mejoran para empezar a desarrollar hábitos de ahorro.
Es muy común conseguir el primer trabajo cuando la persona está ingresando en la década de los 20 años. Si estudia en la universidad, puede ser algo de medio tiempo o de fines de semana. Con los años, se va colocando en mejores trabajos, y cada salto de esos muy posiblemente le permite mejorar el salario u obtener algún ascenso.
Lo mismo ocurre cuando se trata de un profesional independiente, va adquiriendo más experiencia y la clientela mejora, o un negocio propio: si la idea fructifica, la caja registradora estará cada vez más llena.
Es entonces cuando aparece el impulso de cambiar el carro, comprar el celular de última generación, instalar en la sala una pantalla del tamaño de la pared o irse de fiesta e invitar a todos.
A eso se le llama “estilo de vida inflacionario”. Es decir, la persona ya podía vivir con cierto presupuesto, pero, cuando empieza a ver más dinero, comienzan a aparecer “necesidades” que antes no le hacían falta y las facturas se le van a las nubes.
Aquí hay algunas recomendaciones para que ese dinero adicional no se le escurra de entre los dedos.
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