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Empiece por tener una “fotografía” de su situación financiera real: es decir, de cuánto debe en total. Parece mentira, pero muchas personas solo pagan y pagan cuotas cada mes, sin saber cuánto deben. Por ejemplo, si solo abonan el mínimo a la tarjeta de crédito, tal vez ni están conscientes de cuál es el saldo.
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Valore su capacidad de ahorro. Es común que la gente diga: “yo no puedo ahorrar”. Sin embargo, en casos de situación financiera extrema, resulta importante aplicar todos los recortes posibles y empezar a tener dinero extra para aplicarlo a las deudas.
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Solicítele a su entidad financiera su calificación como deudor ante la Sugef. Esta entidad otorga puntajes que los bancos, mutuales y cooperativas, entre otros, toman como referencia a la hora de aprobarle a alguien un préstamo. Solo usted puede pedir ese dato, con su cédula.
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Acérquese a una entidad financiera para que le valoren la posibilidad de una readecuación de deuda. Es decir, que le extiendan el plazo o le bajen la tasa con tal de que pueda poner al día sus créditos y tener un mayor flujo de caja (dinero disponible). A las entidades financieras les interesa tener los créditos al día -siempre que haya voluntad de pago de las personas- y van a estar dispuestas a escucharlo y llegar a un arreglo.
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En casos muy extremos, considere la posibilidad de vender activos. Por ejemplo, si en la casa hay dos carros, sería ideal deshacerse de uno. Hay personas que han vendido electrodomésticos que no estén usando (pero no empeñarlos, sino venderlos para obtener un mejor precio). A lo mejor hay una secadora o una refri desocupada, y con ese dinero pueden amortizar un poco las deudas.
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Buscar una nueva fuente de ingresos. Si la situación financiera es muy comprometida, tal vez haya que sacrificar el tiempo libre, al menos de manera momentánea. Es hora de aprovechar las habilidades, dando clases de computación o matemática o haciendo reparaciones de carpintería. Muchas personas aprovechan para redondear ingresos en plataformas estilo Uber. La idea es no quedarse en la casa de brazos cruzados.
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Tal vez la pareja o alguien más de la familia lo puede ayudar. Sin embargo, este es un recurso que debe valorarse con mucha cautela. No se trata de darle un “pase libre” o alcahuetear a la persona que está endeudada, sino de darle una mano cuando hay compromiso real y honesto por mejorar los hábitos financieros. Eso sí, debe ser un proyecto familiar muy bien calculado y solo cuando hay garantía de que la otra persona está de acuerdo, sin presiones, y de que el deudor se va a comportar de manera responsable.
Como en cualquier otra situación de la vida, el primer paso es determinante: aceptar que tiene una situación difícil y que debe afrontarla buscando ayuda. Así que anímese, porque los problemas no desaparecen solos.
Fuente: Javier Angulo, economista y director del sitio Finanzas con Propósito.
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